Argentina, cultura política enredada en la pequeñez

Argentina, cultura política enredada en la pequeñez. Decadencia en Argentina, oscura y con olor a pobreza, podría ser el final de una cultura política aunque el autor del texto no está tan seguro.

Argentina cultura política

Por Alejandro Maure

Mucho me temo que en Argentina nos hemos dedicado insensatamente a denostar al peronismo, creyendo que eso bastaba para construir una cultura política distinta. Bueno, eso no pasó. Fracasamos.

Con la denuncia y la crítica, tiene que venir la propuesta de cambio. Una propuesta debía contener ideas fuerza. Expresadas en diez puntos en los que pudiéramos coincidir todos los no peronistas, para a partir de ese acuerdo comenzar la tarea, con ejemplaridad de conducta.

Javier Milei, la mayor irrupción en la politica de Argentina de los últimos tiempos, tuvo un acierto genial. Aunque lo nombró de una forma demasiado moderada. Habló de «Casta» y no es la forma correcta de definir el proceso de degradación de la dirigencia argentina. La palabra es «oligarquía», y si decía «plutocracia«, tampoco erraba.

No es entre «vivas» y «mueras» la forma en la que se expresan las diferencias entre culturas políticas. Remarco el plural porque aunque algunos crean estar dando una batalla cultural, en su manera de expresarse, son la manifestación palmaria de la cultura política predominante.

Perón, aún suponiendo que fue lo peor que le sucedió al país, fue un político genial. Desde el mito doctrinario, o las veinte verdades que se niegan en los hechos, o la burguesía nacional (el anticapitalismo o capitalismo de amigos), impuso su concepción de lo político. A todos.

Y en tiempos modernos, a esa forma de concebir la política, se sumaron otros factores, que constituyen la estructura de la clase dirigente nacional. Porque debo decir que los políticos no actúan solos. Empresarios y sindicalistas, pertenecen al mismo club.

Club Político

Quisiera encontrar las diferencias entre los distintos componentes del Club Dirigencial Argentino. Al menos, yo no lo he conseguido. Sé que generalizo, pero, por injusto que pueda parecer, es para simplificar la descripción. Y acá es oportuno decir que hay mucho de culpa propia.

Es difícil distinguir las diferencias entre peronistas y cambiemitas. Sus grupos de pertenencia son los mismos. Más difícil aún es distinguir el rol de los políticos con cargos, ¿Son servidores públicos, representantes de organizaciones no partidarias, o empresarios?

La ciudadanía tiene su culpa al no ejercer su rol. Los cambios de nivel de vida de un político son notorios. De la noche a la mañana, cambia su casa de barrio de clase media baja, para vivir en lugares exclusivos de clase alta. El sedan 96, se convierte en una poderosa SUV 0 km.

Es mucho lo que podría agregarse. Aparecen suegras adineradas, alguna herencia, un buen negocio, y cuanta excusa pueda justificar ese cambio. Ese «ascenso social» es más abrupto en la dirigencia sindical. Quienes representan a los trabajadores, no pertenecen a esa clase.

Que políticos y sindicalistas sean dueños de empresas, es algo común. Y no debería serlo. Si un empresario ingresa a la política, está bien. Pero sí algún político, a partir de cargos públicos, se convierte en empresario, es algo que debería llamar la atención. Y no. Silencio.

Burguesía pequeña

Y, en este punto, hay que volver sobre el predominio cultural peronista. Porque todos los gobiernos desde 1946 a la fecha, han formado su propia burguesía. A los ricos de siempre, se le suman los ricos retornados, que desde la bancarrota, mágicamente, reaparecen con nuevo poder.

Y retornan a la riqueza, de la mano de la relación que tengan con quienes dirigen los distintos estamentos del Estado. Sí, esto incluye a los jueces. Y el retornado puede aparecer como dueño, siendo un empleado muy bien recompensado por prestar nombre y firma. Hay más.

Pido perdón desde ya. Pero lo siguiente, se entiende mejor usando términos despectivos. Argentina tiene una burguesía nueva compuesta de poligrillos ignotos, que son quienes hacen felices a desarrolladores inmobiliarios y dueños de concesionarias de autos. De la nada aparecieron.

Y fueron miles. De esperar el colectivo en el suburbio, pasaron a conducir coches ostentosos saliendo de algún country flojo de papeles. Gente que del digno veraneo en la pileta del club barrial, pasó a exhibirse en yates anclados en Ibiza, para apoderarse de Instagram. ¿Raro?

Negocios seguros

Al ampliarse los negocios, fruto del ingreso de divisas sin declarar, provenientes de negocios no santos, debe apelarse a otro tipo de personas. Un empresario formado, no se arriesga. Y allí, el que pedía fiado en el kiosco, aparece dueño de la distribuidora de golosinas.

Así, como en el tango, la Biblia aparece junto al calefón y una colección de revistas pornográficas de los 70/80. En esa confusión social la política recluta sus nuevos representantes. Los vecinos que los votan y los conocen, no reclamarán. Le pedirán un cargo para la nena.

No tengo el talento de Arlt, para transformar en gracioso lo que nos está amargando la vida. El verdadero problema del país es cultural. Culpar a Perón de esto, a esta altura es algo propio de ignorantes. Culpar, ya no es digno. Porque ya es una excusa. No nos salvaremos así.

Argentina necesita desarrollar una nueva cultura sociopolítica. Tal cual hizo Perón en 1946. El país próspero, encerraba miserias. El hombre hizo con los elementos de su época, lo que pudo. Pero esa forma de concebir lo político, no ha podido ser reemplazada.

Y está agotada. Algo que servía 70 años atrás, hoy no puede ofrecer ni referencias, para enfrentar los desafíos de un mundo en cambio y con severos problemas para asimilarlo. Como aquel político, no tengo las soluciones. Pero no tengo dudas que la batalla es cultural.

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