Argentina, el padre de la democracia y la madre de la desgracia

Argentina, el padre de la democracia y la madre de la desgracia. Democracia en Argentina cumple ciclo de 40 años con un padre histórico como lo fue Raúl Alfonsín y una madre que condujo a la desgracia.

Argentina democracia

Por Mauricio Runno

La Argentina de 2023 es una vulgaridad de nación dentro del ciclo de 40 años de democracia nacido al calor de la figura de Raúl Alfonsín, un estadista que merece sobradamente la consideración de padre de esta etapa histórica en el país. Hubo, lamentablemente, una madre de esta democracia que hizo todo lo posible para llegar a esta desgracia de mínima calidad: la señora Cristina Fernández de Kirchner. La repentina revolucionaria con ínfulas de intelectual hizo todo lo contrario de Alfonsín y hasta se convirtió en la dueña y madre de la actual desgracia argentina.

Desgracia, escribo, y representa la negación de la gracia. Cristina Kirchner es la madre y en su versión la reina de una democracia que jamás entendió en los últimos 20 años de hegemonía personalista.

Llegó a la primera de sus presidencias en una estrategia pensada por su marido y cuando el señor Néstor Kirchner tuvo la mala suerte de fallecer no hubo más guión, sino pura y desesperada improvisación. CFK se apartó de la ciencia política y abrazó las mieles de la actuación, el arte de la simulación.

Es probable que en aquel desamparo conceptual comenzara el populismo más rabioso que se ha vivido en Argentina. También los premios y subsidios al oportunismo (un rasgo constitutivo del peronismo) y al «todo vale» para mantener o hacer crecer el poder.

La democracia en Argentina también decayó desde ese infortunio, hasta llegar a la actualidad: una simulación, un modo de acceso al privilegio, al fanático, al que no cuestiona nada, menos ninguna decisión «imperial». Al que acepta la pobreza o la niega y la esconde y la disfraza con colores. Tambien a los que no le gusta perder su draculismo estatal, al que la meritocracia le chupa un huevo, al que le gusta emparejar la sociedad pero para abajo, nivelarla y ponernos a todos peores. Creen que eso es democracia.

Nada más ridículo para una democracia, nada más dañiño para un sistema que propicia la igualdad de oportunidades con las mismas reglas.

La democracia moderna tiene en el Estado un actor clave pero no protagónico. Es un mediador de las pujas entre poderes de todo tipo. Arbitra en los conflictos, no los provoca. Se anticipa a las disputas, no las incentiva. En definitiva, en las democracias modernas el Estado trata de no joder a nadie: ni al más rico ni al más pobre, sino acercarlos, emparejarlos, pero según sus lógicas, no las de un gobierno.

Derechos Humanos

Raúl Alfonsín fracasó en casi todo durante su gobierno, pero en algo fue extraordinario y un estadista de talla de prócer: democracia, sí o sí, siempre, SIEMPRE. Y eso también fue en su contra. Hasta tuvo que dejar la presidencia antes de cumplir su mandato. Y lo hizo porque fue más consecuente con el funcionamiento de la democracia que con sus buenas o malas convicciones.

Alfonsín sintió la entrega del poder en esos términos como una contribución al endeble y frágil sistema democrático. Y ni hablar de su visión. Durante décadas luchó contra el autoritarismo, denunción los abusos aberrantes de los militares y hasta en su propio partido debió luchar contra los que lo creían «comunista».

Cristina Fernández de Kirchner, en cambio, no puede exhibir demasiada historia en su «lucha» por los derechos humanos, la dignidad de las personas y menos de su resistencia a la dictadura: su cuñada fue funcionaria de la junta militar en el gobierno más criminal de la Argentina. Y CFK con su marido en esos tiempos fueron visionarios en la industria inmobiliaria de Santa Cruz, gracias a una ley asquerosa y perversa, la 1050, con la cual hicieron crecer sus bienes.

Más aún: la Madres de Plaza de Mayo, en los tiempos duros, siempre estuvieron solas en aquel feudo provincial en cual todavía no había nacido ese «fervor» izquierdista que los ceroprogresistas del siglo XX de Argentina abrazaron como si CFK fuera una austral Rosa Luxemburgo. Tal vez los Kirchner estaban muy seducidos por las políticas liberales del ministro de Economía de entonces: Domingo Cavallo.

 

Democrática mente

La primavera alfonsinista fue un movimiento artístico que renovó la ric y profunda tradición cultural de la Argentina. Aquello significó la salida del closet de música, arte, literatura, filosofía, como nunca después se produjo en los 40 años de democracia.

Y el Estado no tuvo nada que ver, sino en lo mínimo: hacer que todo ocurriera, garantizar que nadie fuera preso o muriera en un recital (y cuando eso sucedio no tuvo nada que ver, sino la responsabilidad recayó en el grupo del Indio Solari, otro revolucionario imaginario adicto a la progresía conservadora argentina). Las cosas buenas pasan, a pesar del Estado.

En eso también la democracia es vital: libertad de acción, de pensamiento, de expresión y de no coimear artistas al modo estalinista para hacerlos «voceros» de pelotudeces. Millones de pesos y millones de nada han sido recogidos por la intervención estatal en la cultura argentina de los últimos 20 años.

Casi todos se dejaron coimear. Qué pasó. Nada. Una poronga. Nunca el nivel cultural de la Argentina de Cristina, Alberto y Sergio Massa ha sido tan pobre, tan desgraciado, tan efímero y flojito.

Si hicimos muchas cosas en estas 4 décadas para hacer la vida más genial, no lo conseguimos. Y si llegamos a este nivel de vagancia artística, chatura, sin gracia, al menos permitan que recordemos los buenos viejos tiempos.

Nosotros jugamos con Charly, con Borges, con Guillermo Kuitca, con el periodismo de Andrés Cascioli, con Tomás Abraham. Cito algunos, aí, rápidos. Qué nos ofrecen. ¿Florencia Peña? ¿Florencia Aise?

Perdieron, queridos. Fue un buen intento, demasiado extenso, muy aburrido, mucha pelea sin onda, demasiado odio por el mérito y las habilidades no ordinarias. Ni siquiera trajeron la prosperidad y el progreso del paraíso de los jesuitas en el Paraguay profundo.

En los 40 de esta democracia argentina ningún gobierno que no fuera de los Kirchner vivió bonanzas gracias a la situación y la economia internacional. Peor: todos debieron padecer penurias y adversidades. Qué hicieron los Kirchner para mejorar y profundizar la democracia. Nada. O demasiado poco, que es peor. Utilizaron momentos económicos realmente únicos para agrandar la clientela. Es un objetivo muy chiquito, casi como el país que ahora dejan. Una catástrofe en todos los sentidos.

Instituciones

En este maldito año 2023 de Argentina el calendario electoral se transformó en el máximo hito de la vida del país. Al estilo de las republiquetas bananeras: clientelismo, cháchara, circo, campañas millonarias, debates ridículos.

No fue muy distinto a la tónica del país, lamentablemente: Argentina es un país perfecto para perder el tiempo y las oportunidades. Tambien es un refugio óptimo para aquellos que no pueden superar el pasado. El tango, pero en su peor versión.

Según el cronograma de esta «África blanca» yo debía ir a votar por lo menos 8 veces en el año. Me pasé de largo todas, menos la última, que fue la que definió en segunda vuelta la presidencia de Javier Milei. Y fui a votar y lo hice por Milei pero eso fue secundario: me tomé el tiempo de ir a votar para estar tranquilo conmigo y aportar eso, apenas, a estos 40 años de democracia.

El presidente Javier Milei no me entusiasma en lo profundo. Su ideario político es el clásico de los liberales argentinos: solamente en la economía se sienten a gusto con la libertad, pero en el resto poseen ideas cavernícolas, regresivas y fuera de espacio y tiempo. Son más conservadores que liberales.

La Argentina va a profundizar la democracia y eso también es parte del ascenso de Milei. Millones de personas eligiendo un cambio del modo que sea, casi por desesperación ante la oferta electoral clásica. El presidente electo no podrá ejecutar ningún retroceso democrático. Y dentro de 4 años sucederá lo que estipula la democracia: recambio o continuidad.

Es posible que para que Argentina finalmente encuentre su camino de singularidad y genialidad debamos haber atravesado el desierto en estos 20 años que vuelven al país al mismo que se les entregó y que el presidente Milei sea un emergente de algo más interesante e innovador. Es un engranaje casi perfecto para alumbrar otro camino, con otras voces.

Argentina es un país que debería apelar a los talentos brillantes, a la creatividad más desbordante y al coraje de la innovación. Fue un país extraordinario: Borges, Piazolla, Berni. En esta tradición está el futuro, en los que asomen y se impongan. Y si hay una certeza histórica es que el país se hizo respetable gracias a ellos y no a ningún político.