Boric en modo ideal, los sueños del electo presidente de Chile. La lista de sueños y planes del presidente electo de Chile, Gabriel Boric, es cualquier cosa menos modesta.
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Mejorar la salud pública, reformar un sistema educativo que agobia a los graduados con deudas interminables y devolver la dignidad a la mayoría de los jubilados que, en el actual sistema privado de pensiones, reciben pagos mensuales por debajo del salario mínimo, son solo algunas de las amplias demandas sociales que llevaron a Gabriel Boric a la victoria en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del 19 de diciembre.
Para hacerlo un poco más complejo, todo esto debe lograrse luego de un déficit fiscal que se disparó al 7,14% del PIB en 2020 por la pandemia, y en un contexto generalizado de inflación que ha sugerido alzas de tasas para parte de Estados Unidos. Esto trae dificultades para acceder a capitales de economías emergentes.
Según Stephany Griffith-Jones, profesora del Instituto de Estudios del Desarrollo de la Universidad de Sussex y miembro del consejo académico que asesoró a Boric durante la campaña, las metas son alcanzables porque son graduales y porque serán financiadas con recursos fiscales.
Ordenadas por su potencial recaudatorio, estas reformas son: lucha contra la evasión y elusión fiscal (según el equipo de Boric, representa el 7% del PIB, el doble de la media de los países de la OCDE), introducir un impuesto sobre el patrimonio, aumentar la regalía cobrada a los grandes proyectos mineros del cobre, eliminar exenciones tributarias y modificar el impuesto a la renta.
Recursos
“Algunas de las medidas no requieren muchos recursos, como acabar con la deuda estudiantil, que representa alrededor del 0,1% del PIB”, explica el economista chileno Griffith-Jones. “Otras medidas, como lograr el acceso universal a la salud o mejorar las pensiones de los sectores más modestos, requieren de importantes recursos y por lo tanto deben ser financiadas con impuestos. Como ha destacado el presidente electo, para aumentar los gastos permanentes es necesario financiar con ingresos permanentes”.
El problema es que Chile, como el resto del mundo, viene de casi dos años de una pandemia que ha vaciado las arcas públicas. Para el académico chileno de la Universidad de Cambridge Gabriel Palma, la situación de los balances fiscales es complicada, “y si la balanza de pagos se está salvando es gracias al alto precio del cobre”, principal exportación del país.
“El cobre tiene dos buenas noticias”, dice Palma. “Uno de ellos es que cada día hay más demanda de renovación energética. La otra, que su uso como activo financiero también está creciendo, los mercados carecen de activos sólidos y entre los commodities el cobre es uno de los favoritos”.
Inflación
Además del déficit fiscal, la inflación es otra variable que podría poner piedras en el camino del próximo gobierno. Impulsado por las transferencias del sector público para estimular la demanda en tiempos de pandemia, el IPC creció alrededor de un 7% el año pasado. En reacción, el Banco Central de Chile (BCCh) elevó su tasa de referencia en diciembre en 125 puntos base (1,25%), hasta 4%.
En palabras de Diego Saravia Tamayo, exdirector de investigaciones económicas del BCCh y actual presidente de la consultora Proficio Investment en Buenos Aires, se trata de un cambio notable.
“Cuando yo estaba en el Banco Central las subidas de tipos eran 25 puntos básicos, o 50 como mucho, pero aquí la han subido 125 puntos de golpe”. Una política monetaria contractiva que actuará como freno de la economía.
Según estimaciones del propio BCCh, el crecimiento del PIB chileno oscilará entre 1,5% y 2,5% para 2022, y entre 0% y 1% para el año siguiente.