Brasil, diplomacia de Lula ante dilema de poderosos

Brasil, diplomacia de Lula ante dilema de poderosos. La diplomacia de Lula en su actual presidencia de Brasil le muestra a diario el dilema del malestar constante de los poderosos.

Brasil diplomacia Lula

La diplomacia del Brasil del presidente Lula y el dilema del malestar constante de los poderosos. El camino en este caso parece correcto y menos controvertido que en el pasado, cuando propusimos la creación de un “club de paz” en Europa del Este o cuando el presidente brasileño pronunció discursos sensibles relacionados con el Holocausto.

Tiene sentido que Brasil, por ejemplo, abogue por el alivio de la deuda de los países vulnerables, busque mayor financiamiento para transiciones económicas verdes en los países en desarrollo o busque una mayor representación en organismos multilaterales.

Pero el problema que se avecina es de otra naturaleza. El asunto no tiene nada que ver con posiciones polémicas o discursos improvisados, como ocurre en la actualidad. Hace referencia a la famosa frase del filósofo español José Ortega y Gasset: “El hombre es el hombre y sus circunstancias”.

Se trata de la idea de que el comportamiento de un individuo no puede entenderse de forma aislada, sino que está profundamente arraigado en el contexto social, histórico, cultural y ambiental en el que ese individuo existe y se ve afectado.

Transferiendo la misma lógica a la política exterior, esto significa que incluso si Brasil dirige su energía a ejercer su misión internacional de manera constructiva y elige el camino de las cuestiones que la comunidad internacional considera legítimas, abordando todo esto, en el G20 o en el G20. . El 30º período de sesiones de la Conferencia de las Partes seguirá dependiendo en gran medida de circunstancias que apenas podemos controlar.

Geopolítica

El contexto actual se caracteriza por un rápido retorno a la geopolítica clásica y, a medida que las guerras empeoran y surgen nuevos conflictos, la necesidad de recursos de “poder duro” suele pasar a la cima de la jerarquía de prioridades de los países. Brasil, que no dispone de estos recursos en abundancia, se ve obligado a intentar dirigir el diálogo internacional por otros canales.

Puede resultar difícil abordar la pobreza, la emergencia climática y las reformas institucionales en todo el mundo, mientras la mayoría de sus intereses vitales centrales se centran en Ucrania, Gaza, Irán o Taiwán. Por no hablar de la transformación que podría producirse, desde el punto de vista geopolítico, si Donald Trump es elegido presidente de Estados Unidos semanas antes de la cumbre del G20.

Por eso, sin querer arruinar la fiesta, tenemos que estar preparados, porque en este entorno global podemos tener que absorber dos tipos de frustración:

1) Cuando decidimos abordar los temas más importantes del ámbito internacional, en los que nuestros los intereses inmediatos no están muy claros y nos tratan como… “Los niños de la habitación”;

Pero 2) cuando establecemos una agenda y trabajamos para lograr conversaciones en las que realmente tengamos la legitimidad y la experiencia para contribuir, existe la posibilidad de que, debido al momento de las “circunstancias”, seamos relegados a un segundo plano, como lo es el caso con todos los demás.

Da prioridad a otras agendas. Nos enfrentamos así a los actores más poderosos, entre la crítica de la hiperactividad y la indiferencia de la Realpolitik.

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