Chile, qué onda con nuevo Consejo Constituyente. Nuevo Consejo Constituyente en Chile comenzó su trabajo el 7 de junio generando sentimientos encontrados. Análisis de Andrés Kogan Valderrama.
Chile Consejo Constituyente
Por Andrés Kogan Valderrama
La instalación del nuevo Consejo Constituyente en Chile, el 7 de junio, genera sentimientos encontrados en quienes miramos con nostalgia lo ocurrido hace un par de años con la Convención Constituyente. También cuestiona qué sucedió realmente para que el escenario político en Chile haya cambiado tanto en tan poco tiempo, pasando de un organismo integrado en su mayoría por independientes y movimientos sociales, a uno liderado por lo peor de la ultraderecha de Pinochet.
De ahí lo propuesto por el exvicepresidente boliviano y referente de varias izquierdas latinoamericanas, Álvaro García Linera. En una reciente entrevista dijo que el rechazo a la propuesta constitucional en septiembre de 2022 se debió principalmente a una parálisis del gobierno de Gabriel Boric, dejando así en bandeja a los grandes y concentrados medios de comunicación realizar una campaña masiva de desinformación.
Por lo mismo, García Linera afirmó, sin decirlo explícitamente, que el gobierno de Gabriel Boric debió haber tomado el camino de presidentes como Hugo Chávez, Rafael Correa y Evo Morales.
Se refiere a un gobierno que le hubiera permitido al pueblo chileno acercarse al proceso constituyente en marcha y así garantizar su victoria en las urnas, a través de fuertes políticas económicas que le dieran certidumbre a la población, muy afectada por la pandemia y el aumento de el costo de vivir.
Pero García Linera va mucho más allá con su crítica al fracaso de la Convención Constituyente al señalar que el verdadero poder constituyente en la región es el ejecutivo y no la asamblea misma.
Democracia profunda
Esto me parece muy discutible y peligroso de plantear para quienes queremos transformaciones profundas, pero siempre críticos de la concentración de poder imperante y defensores de la democracia y los derechos humanos, dondequiera que estén.
Lo señalo porque si bien se puede estar de acuerdo con la primera parte de la crítica de García Linera, respecto a la pasividad del gobierno de Gabriel Boric en medio del proceso constituyente y dada la importancia del momento histórico que vivíamos como país. Sin embargo, no puedo compartir su visión de la constituyente reproduciendo lo peor de la izquierda autoritaria, que ha terminado apropiándose de los procesos de movilización social.
No es de extrañar, por tanto, que García Linera, en su valoración de la primera ola progresista, no dé importancia en su análisis a la puesta en marcha de las nuevas constituciones latinoamericanas, como es el caso de Venezuela, Ecuador y Bolivia.
En cambio, se enfoca en ciertas políticas gubernamentales, dejando de lado aspectos verdaderamente revolucionarios de esos procesos, como la formación de los Estados Plurinacionales, los Derechos de la Naturaleza y nociones como el Sumak Kawsay y el Suma Qamaña, como buen vivir.
Polémica
En consecuencia, lo que finalmente le importaba a García Linera no era todo lo que estaba en juego en la propuesta constitucional chilena, marcada por un texto con enormes horizontes para Chile y el mundo en diferentes temas y que se hacía cargo de enormes luchas históricas en el país. En cambio, se centró en la incapacidad del gobierno de Gabriel Boric para concentrar el poder, lo cual es bastante lamentable para alguien que se toma como referencia, incluso para el propio presidente.
En otras palabras, es como si estas constituciones hubieran sido meros medios de gobiernos de izquierda, que a través de caudillos, terminaron cooptando y negando las cartas magnas que ellos promovieron. Tal fue el caso de Venezuela, que por supuesto García Linera no dice nada al respecto. Implícitamente niega la crisis humanitaria que vive ese país bajo la dictadura de Nicolás Maduro. Al hacerlo, termina dando argumentos a la extrema derecha para crecer cada vez más en la región y desacreditar cualquier intento de la izquierda latinoamericana por democratizar sus países.
Caso boliviano
Dicho esto, tiene mucho sentido lo señalado por autores que han estudiado a fondo el proceso constituyente boliviano y el pensamiento de García Linera. El antropólogo Salvador Schavelzon nos muestra cómo la noción de revolución que tiene el exvicepresidente está marcada por una profunda centralización autoritaria y monopólica del Estado, muy influida por Lenin y la experiencia de la Rusia soviética, donde la represión siempre fue validada para mantener el control político. sobre las personas y los territorios.
Ante esto, el proyecto MAS (Movimiento al Socialismo), liderado por Evo Morales, siempre ha sido un proyecto político que utilizó la democracia y el propio proceso constituyente como herramienta para centralizar el poder, como quedó en evidencia con su candidatura a la presidencia en 2019, desconociendo que en 2016 perdió un referéndum, lo que le imposibilitó volver a presentarse como candidato.
Con esto, por supuesto, no busco desconocer el golpe de Estado y la posterior dictadura de Jeanine Añez, llena de racismo y colonialismo, así como lo ocurrido en Perú con Dina Boluarte. Sin embargo, de ahí a no ver una visión totalmente antidemocrática de algunas izquierdas de la región, que se creen dueñas de los destinos de los pueblos y poseedoras de una verdad incuestionable, es seguir reproduciendo lo peor de ciertas experiencias supuestamente transformadoras.
En fin, seguramente Álvaro García Linera, como buen vocero de la izquierda autoritaria, pensará que en el Chile de hoy todo está perdido, y que sólo una nueva revuelta social puede volver a generar las condiciones para que vuelva a aparecer un caudillo y un sector político que esta vez se apropiará de todo el proceso de forma centralizada, como afortunadamente no sucedió en 2019.