Ciudad Juárez, México ya tiene su «Nueva Habana». Un aroma caribeño flota en Ciudad Juárez, en el vasto desierto que separa a México de los Estados Unidos.
Ciudad Juárez Nueva Habana
El éxodo masivo de cubanos ha cambiado gradualmente el escenario de la zona fronteriza austera que enfrenta una crisis migratoria sin precedentes.
Mientras el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, continúa su ofensiva antiinmigrante en el área industrial de Ciudad Juárez, un letrero escrito a mano anuncia: «La Pequeña Habana, la cocina cubana».
En este restaurante, burritos y hamburguesas de sus orígenes Tex-Mex han dado paso a una propuesta 100% cubana. En el menú: fricasé de cerdo, pescado a la parrilla y arroz acompañado de frijoles negros. Muchos cubanos se reúnen allí para comer o trabajar.
Todos han presentado solicitudes de asilo en los Estados Unidos y están esperando que su caso sea procesado por las autoridades. Mientras tanto, se asientan en esta ciudad, llenan los hoteles y trabajan allí, generando un inesperado choque económico y cultural.
«Ciudad Juárez ya no será la misma después de este fenómeno extraordinario», dijo el coordinador del servicio de atención a los migrantes Enrique Valenzuela. De los más de 4.800 inmigrantes registrados oficialmente como solicitantes de asilo en los Estados Unidos, «más del 80% son cubanos».
Tras el histórico restablecimiento de las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba en 2015, la política de «pies secos, pies húmedos» ha llegado a su fin.
Ahora los cubanos ya no tienen privilegios de inmigración y deben solicitar asilo antes de ingresar a Estados Unidos, de lo contrario, son deportados.
Pedro Luis Tamayo, de 52 años, un fuerte oponente del régimen de Castro, voló de La Habana a Guyana en 2016, pero solo pudo llegar a Ciudad Juárez unos días después de una verdadera odisea.
Vendió fruta en Brasil por dos años y luego en Perú y Ecuador. Luego fue empleado en un puerto en Colombia, donde descargaba barcos antes de ir a Panamá. Desde allí, cruzó el peligroso bosque de América Central y finalmente se unió a México.
«Estaba decidido a huir de la opresión, los que se atreven a pensar son muy reprimidos en Cuba», dijo el hombre cuya esposa, miembro del grupo disidente de «Damas de Blanco», permaneció en La Habana.
Al igual que Luis, miles de cubanos venden todas sus pertenencias o les piden dinero a sus familiares en Estados Unidos para comprar un boleto de avión a países latinoamericanos de fácil acceso y luego llegar a la frontera con Estados Unidos. Mexicanos por tierra.
Comparando su vida en Cuba con la de un «pájaro enjaulado», Dailin Traba, de 31 años, voló a Nicaragua en febrero antes de regresar a México.
Como muchos cubanos, se animó a probar el sueño americano al ver imágenes de caravanas de inmigrantes de Centroamérica que cruzan México hace unos meses. En su magro equipaje, una esperanza. «Conviértete en una persona libre», dice.