Colombia, volcán Nevado del Ruiz bajo vigilancia. Autoridades en Colombia advirtieron sobre una «probable» erupción del volcán Nevado del Ruiz en los «próximos días o semanas».
Colombia volcán Nevado del Ruiz
Desde que Colombia advirtió sobre una «probable» erupción del volcán Nevado del Ruiz en los «próximos días o semanas», solo técnicos, militares y algunos pobladores que se negaron a evacuar permanecen para monitorear al «león dormido».
“Y si queda uno, seré yo”, afirma Fernando Arias, de 61 años. Muestra una serenidad inquebrantable a pesar del peligro. Encargado de monitorear una antena repetidora, vive muy cerca de la boca burbujeante del Nevado del Ruiz. Desde el 31 de marzo, el volcán colombiano, cuya mortífera erupción provocó la muerte de unas 25.000 personas en noviembre de 1985, se encuentra en alerta “naranja” amenazando con explotar.
Desde hace 15 años, este hombre vive quince días en un apartamento rodeado de antenas gigantescas, pegado a las laderas del volcán, exactamente a 6,3 km del cráter. Un puñado de soldados también está apostado en la zona donde las temperaturas son gélidas.
«La soledad y el clima te afectan. Pero con los años te vas acostumbrando», cuenta, al pie de la estruendosa montaña, sacudida a intervalos regulares por los terremotos que se producen en sus entrañas.
Erupción
Cubierto por hielos y nieves eternas, el volcán culmina a casi 5.400 metros sobre el nivel del mar. Lejos de su familia, el electricista encargado del mantenimiento de una antena repetidora de la radiotelevisión pública colombiana (RTVC) tiene como única compañía unas pantallas de televisión y una radio.
Dado que las autoridades advirtieron de una ‘probable’ erupción en los próximos ‘días o semanas’, todas las mañanas toma una foto del Nevado y la columna de ceniza para los medios estatales, a veces visible hasta 3.000 metros de altura en un día despejado. «El volcán es la única preocupación en este momento», explica. El olor a azufre y las fumarolas no lo asustaron. Su misión sigue siendo su prioridad: «la televisión y la radio no pueden ser interrumpidas, ni siquiera por un minuto».
Si el volcán entra en erupción, Héctor Trejos, un militar de 35 años, tendrá siete minutos como máximo para alertar por radio a miles de personas antes de refugiarse en un búnker equipado con máscaras antigás. Desde su camioneta, que hace las veces de estación de radio, informa día y noche a su jerarquía sobre los movimientos del «León Durmiente».
Poblaciones
Si los acontecimientos se aceleran, tendrá que advertir a más de 57.000 campesinos, muchos de los cuales se han negado a entregar tierras, animales y cultivos. «Estoy conectado las 24 horas del día (…) A menos que haya una tormenta, un corte de luz, la radio siempre está encendida», explica. Sus comunicaciones por radio serán fundamentales para evitar flujos de lava, explosiones de rocas y avalanchas de lodo que en pocos minutos podrían afectar a los valles habitados aguas abajo.
No muy lejos, el sargento Miguel Rodríguez escanea la cima del volcán con binoculares. Abajo, las ruinas del pueblo de Armero recuerdan el horror de la erupción de 1985: el esqueleto de un hospital, los restos de algunas casas y la tumba de Omaira Sánchez, esta adolescente que murió frente a las cámaras de todo el mundo. después de una agonía de tres días en un pozo de agua.
Esta noche de noviembre, Leonel Ortiz, de 77 años, de los cuales 55 en las inmediaciones del volcán, escuchó un estruendo, sintió “moverse la tierra” y vio caer rocas incandescentes por todas partes. Con pergamino en la cara y walkie-talkie en mano, ahora transmite la noticia del volcán a sus vecinos para evitar una nueva catástrofe. En aquella época no había muchos medios de comunicación y, como dice el refrán, nos pillaban «en calzoncillos».