La pandemia hace proliferar asentamientos en Chile
Crisis sanitaria y económica
«Llegamos acá y fue otra vida», se queja Elizabeth González, obligada como miles de chilenos a vivir en un campamento o asentamiento informal, una de las caras más visibles del incremento de la pobreza en Chile, que rebrotó tras las protestas sociales y la pandemia.
El poder político de Chile creía que el drama de la pobreza había logrado controlarse en sus años de bonanza económica, pero si bien las multitudinarias movilizaciones que estallaron a partir del 18 de octubre de 2019 impactaron en la actividad productiva, la pandemia de coronavirus golpeó cuando la economía salía a flote a principios de 2020, y paralizó con restricciones amplias durante meses diversos rubros.
La proliferación de carpas en las calles, la instalación de cientos de ollas comunes -como no se veía desde la dictadura (1973-1990)- y el incremento en casi el doble del número de familias que viven en campamentos, retrata la forma en que la pobreza resurgió en Chile.
«Nosotros alquilábamos pero después ya no nos dio para arrendar; teníamos orden de desalojo y tuvimos que llegar acá y fue otra vida diferente, me costó mucho acostumbrarme», narra a la AFP Elizabeth González, que hace poco más de un año llegó a vivir al campamento La Cancha, levantado sobre uno de los cerros del municipio de Lo Barnechea, en el este de Santiago.
Como ella, cerca de 100 familias se instalaron en este lugar, un bolsón de pobreza en uno de los barrios más ricos de Santiago, donde construyeron pequeñas viviendas de madera y lata, que no cuentan con servicios básicos y contrastan con las lujosas mansiones emplazadas en la misma comuna.
Hasta 2019 Chile tenía los mejores indicadores de pobreza en América Latina detrás de Uruguay, pero luego de más de tres décadas de descenso sostenido esta tasa trepó del 8,1% al 12,1% en poco más de un año.
En 2020, la economía chilena cayó 5,8%, su peor registro en 40 años, y más de de un millón de personas perdieron el empleo.
En el último año se contabilizaban 167 nuevos campamentos, con un total de 81.643 familias viviendo en 969 asentamientos autoconstruidos, unas cifras que superaron en poco tiempo las 47.050 que residían en los 802 campamentos existentes en 2019, según un catastro de la Fundación Techo.