Nuevo aeropuerto de Ciudad de México, distante y decepcionante

Nuevo aeropuerto de Ciudad de México, distante y decepcionante. El nuevo aeropuerto, distante y decepcionante, de la Ciudad de México ya enfrenta vientos en contra, derrota de AMLO.

México nuevo aeropuerto

Por León Krauze

En octubre de 2018, antes de convertirse formalmente en presidente de México, Andrés Manuel López Obrador decidió detener la construcción del nuevo aeropuerto internacional de la Ciudad de México, que comenzó bajo la administración anterior.

López Obrador había tratado de validar el polémico paso a través de un referéndum organizado apresuradamente, llamado “consulta”, en el que participaron poco más de 1 millón de personas, alrededor del 1 por ciento del electorado del país.

El sector empresarial de México expresó su preocupación por las consecuencias de la cancelación abrupta en las finanzas del país y sus perspectivas como destino de inversión. (La advertencia resultaría profética.) López Obrador siguió adelante de todos modos. No importaba mucho que un tercio del proyecto multimillonario ya se hubiera completado o que su terminación acarrearía costos astronómicos.

La terminación del enorme aeropuerto dejó un gran vacío, particularmente dados los problemas de transporte de la Ciudad de México. La terminal actual está operando más allá de su capacidad y sufre problemas crónicos de infraestructura. Se está hundiendo lentamente. La necesidad de reemplazarlo, o al menos aliviar su carga operativa, fue lo que llevó al desarrollo del aeropuerto más grande y ambicioso que López Obrador desechó.

Vuelo propio

La respuesta de López Obrador a este dilema ha sido su propio gigante de la infraestructura: el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), 40 kilómetros al norte del congestionado centro de la Ciudad de México. El plan estaba destinado a ampliar y reutilizar para uso comercial una base militar existente.

En una de las muchas propuestas recientes a las fuerzas armadas del país —controvertida, para un presidente supuestamente progresista— López Obrador le encomendó al ejército la construcción del aeropuerto. Hecho a toda prisa y por encima de su presupuesto inicial, ahora enfrenta informes de opacidad y corrupción.

El lunes, López Obrador inauguró la nueva terminal. No faltaba la hipérbole. La alcaldesa de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, parecía sin palabras. «Es asombroso. Verdaderamente extraordinario”, dijo. “Los detractores deberían ver con sus propios ojos cuán magnánimo [sic] es este trabajo”. El productor Epigmenio Ibarra, un lealista, publicó un documental de una hora, un himno tanto a López Obrador como al ejército mexicano, que recuerda una era diferente en la fascinación de México por el poder presidencial.

Propaganda

Dejando de lado la propaganda, el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México enfrenta desafíos considerables si quiere convertirse en una solución para la capital y, lo que es más importante, en un motor para la industria turística del país. Las críticas han sido feroces, especialmente al comparar la capacidad del extinto proyecto con las limitaciones concretas del AIFA de López Obrador.

“El gobierno de México canceló un aeropuerto del siglo XXI, con seis pistas y una versatilidad avanzada para la operación, y en su lugar construyó una terminal de autobuses con dos pistas”, me dijo el analista Jorge Suárez Vélez. “Esta ha sido la rabieta más cara de la historia de México”.

Los primeros días del aeropuerto han sido, en el mejor de los casos, decepcionantes. Inició operaciones con solo un puñado de vuelos, incluida su primera llegada internacional, a la Venezuela de Nicolás Maduro. Rápidamente necesita multiplicar su capacidad para volverse rentable. Aun así, según el experto financiero Enrique Quintana, el AIFA solo podría alcanzar el tamaño de una de las terminales de nivel medio del país en ciudades como Mérida. Si logra crecer.

Obstáculos

Uno de los principales obstáculos es la actual falta de conectividad moderna y eficiente del aeropuerto. Ahora mismo, dice Suárez Vélez, la nueva terminal “solo conecta con el ego de un presidente que no entiende de turismo ni de cadenas de suministro”.

La verdad es que en un área metropolitana como la Ciudad de México, viajar 40 kilómetros por un vuelo puede ser una tortura. El día de la inauguración, López Obrador trató de demostrar que los escépticos estaban equivocados haciendo la caminata temprano en la mañana. Le tomó alrededor de 40 minutos, a las 5 a.m., en un día festivo. Es probable que los pasajeros tomen al menos el doble para tomar un vuelo a media mañana. El viaje en hora punta podría ser una prueba de paciencia similar a la de Job.

Todo esto sería anecdótico si el futuro del país como centro de viajes no estuviera en juego. Durante años, el turismo ha sido crucial para la economía de México. Una terminal moderna y dinámica habría hecho maravillas para los innumerables destinos del país. El tiempo dirá cómo reaccionarán los turistas a un viaje de 90 minutos hacia el nuevo aeropuerto “magnánimo” de López Obrador.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *