Obispos en Chile destruyeron pruebas de crímenes sexuales. El Vaticano concluyó que de esa manera no se protegió a los niños víctimas de los pedófilos. El Papa Francisco acusó a los obispos de Chile de presionar a los abogados de la iglesia para que minimicen las acusaciones. Y de «grave negligencia» ante la protección de los niños involucrados.
Documento condenatorio
El documento de 10 páginas entregado a los obispos chilenos durante una cumbre esta semana afirma que toda la jerarquía eclesiástica chilena era colectivamente responsable de «graves defectos». Los responsabiliza por el mal manejo de casos de abuso y la consiguiente pérdida de credibilidad de la institución entre la sociedad.
El documento fue revelado por T13 de Chile y confirmado como auténtico por el Vaticano. Ejerce presión sobre los obispos para que renuncien dado que Francisco les dijo que «nadie puede eximirse a sí mismo y colocar el problema sobre los hombros de los demás».
Se espera una conferencia de prensa de los obispos en Roma en las próximas horas.
Francisco convocó a toda la conferencia de obispos a Roma después de admitir que había cometido «graves errores de juicio» en el caso del obispo Juan Barros. Este fue acusado por las víctimas. Y también su colega Fernando Karadima, por presenciar e ignorar el abuso.
El escándalo creció más allá del caso Barros después que Francisco recibió un informe de 2.300 páginas. Fue escrito por dos expertos en delitos sexuales del Vaticano, enviados a Chile para conocer el alcance del problema. Su informe no se ha hecho público, pero Francisco citó sus hallazgos centrales en las notas al pie del documento que entregó a los obispos esta semana. Y esos hallazgos son condenatorios.
Francisco dijo que también estaba «perplejo y avergonzado» por la evidencia del informe en el que hubo «presiones ejercidas» sobre los funcionarios de la iglesia encargados de investigar los delitos sexuales, «Incluida la destrucción de documentos comprometedores por parte de los responsables de los archivos eclesiásticos».
Dijo que tal comportamiento mostraba «una absoluta falta de respeto por el proceso canónico y, lo que es peor, prácticas reprensibles que deben evitarse en el futuro».