Perú, política coloca al país ante un salto al vacío. Decisión de golpista Pedro Castillo en Perú para disolver el Congreso fue un salto al vacío que la política le ha propuesta al país y a la sociedad.
Perú política
Proveniente de las profundidades del Perú, el delirante ex presidente Pedro Castillo nunca fue capaz de montar un gobierno digno al país. En cambio, se apoyó en un opaco círculo de colaboradores que terminó por producir un fuerte aislamiento del jefe de Estado con la realidad.
La nueva presidenta Dina Boluarte -más impopular que Pedro Castillo- deberá enfrentar ahora fuertes movilizaciones exigiendo la disolución del Congreso y elecciones anticipadas para 2023. Se abre así un nuevo capítulo en una sucesión de crisis políticas que han llevado a la cárcel a la mayoría de los expresidentes.
En año y medio de gestión, Pedro Castillo ha cambiado más de 70 ministros y ha tenido cinco colaboradores ocupando el rol de Primer Ministro.
En ocasiones, los cambios ideológicos han sido abruptos, como el paso de Mirtha Vásquez (abogada especializada en Derechos Humanos y Medio Ambiente) a Héctor Valer, miembro del partido de extrema derecha Renovación Nacional, como primer ministro.
A lo largo de este período, el Congreso, en el que la oposición -ciertamente fragmentada- es mayoritaria, intentó en repetidas ocasiones obtener los votos necesarios para derrocar al presidente bajo la vaga invocación de su “incapacidad moral permanente”.
Corrupción
Castillo terminó rodeándose de los llamados círculos de confianza, cada vez más cerrados y opacos, que incluían a líderes de su región de origen [provincia de Chota]. La corrupción en la administración pública ha desencadenado diversas investigaciones fiscales que han acercado cada vez más a Pedro Castillo como responsable.
Su decisión de disolver el Congreso fue un salto al vacío. Sin apoyo político ni militar, y sin fuerza popular en las calles, el objetivo que se planteó terminó por fracasar.
La decisión es tanto más inexplicable cuanto que el Congreso no tuvo la mayoría especial para destituirlo en la tercera moción de censura prevista para el mismo día. En cuestión de minutos, sus ministros comenzaron a renunciar, en desacuerdo con la decisión del presidente y temiendo sus consecuencias legales.
En dos horas, Castillo pasó de disolver el Congreso a ser arrestado por sus propios guardaespaldas cuando intentaba llegar a la Embajada de México [para solicitar asilo]. La celeridad de la detención también expuso la coordinación político-burocrática entre militares, congresistas y el poder judicial para lanzar un contraataque dirigido al presidente.
En los grandes medios, analistas y periodistas no ocultaron su entusiasmo por el cambio de rumbo. Los críticos del gobierno han combinado argumentos relacionados con el deterioro institucional y la incapacidad de Castillo para llevar a cabo el período presidencial; y esto con la embriagadora sensación de haber expulsado a un intruso que, por la crisis de representación de la política peruana y la implosión de su sistema de partidos, había aterrizado en el palacio presidencial.